Gracias a mi amiga Rosa

Los nombres de las personas que voy a citar en esta historia, absolutamente real, son ficticios por razones obvias. 

Me llamo Lola, tengo 32 años y llevo casada 4 con un hombre al que quiero con locura. No tenemos hijos porque nací con un "defecto de fábrica" que no me impide disfrutar del sexo a tope, pero sí engendrar hijos. 

Pues bien, empiezo con mi confesión. Mi amiga Rosa, de 28 años, se casó en Septiembre del año pasado. Una semana antes celebramos su despedida de soltera en un lugar apropiado para ello: restaurante-sala de espectáculos donde se celebran convenciones de todo tipo. 
La cena estuvo estupenda. Muy bien servida, todo exquisito y una atención inmejorable. En el menú no iba incluido el postre. Nos extrañó al principio; pero después supimos por qué. 
Estabamos distribuidas en tres mesas alargadas de unas 20 personas por mesa y en otra, redonda, se acomodaron ocho chicas de no más de 20 años. En total estaríamos unas 70 comensales. 
Yo había estado ya en cuatro despedidas de soltera, con sus boys correspondientes. Salvo una de esas fiestas, las otras tres fueron muy cutres. Pero ésta, rompía con todo. 

De pronto las luces de la sala se van atenuando hasta quedar una penumbra que hacía que el ambiente fuese más acogedor. Empieza a sonar una música salsera y aparecen cuatro boys. ¡Dios mío, qué cuatro potros!. Y no pasaban de los 25 años cada uno. 
Llevaban un antifaz, distinto cada uno, como los que usan en los carnavales de Venecia. Quedaban muy graciosos. 

Rosa, que colaboró en todo momento, es invitada a subir al escenario por los cuatro chicos. La sientan en un sillón, la rodean entre los cuatro tapandola con la bandera que cada uno portaba y empiezan a calentarla. Nosotras jaleabamos desde nuestros sitios a los boys y a nuestra amiga: 

- ¡Rosa no te cortes. Disfruta de ellos, , , -
- ¡Chicos, , hacedla una mujer!-

Mientras, el champan corría como el agua por las mesas y hacía que perdieramos la verguenza poco a poco.
De vez en cuando apartaban las banderas y veíamos a Rosa, al principio manoseando los paquetes de los boys y despues, a continuación volvían a taparla y aparecían, poco a poco, los tangas de los chicos por el suelo del escenario. 
Despues de 15 o 20 minutos, retiraron al unísono las banderas y vimos a nuestra amiga con la polla de uno de ellos metida en su boca hasta el fondo, mientras que con sus manos acariciaba las de los otros chicos. Se notaba que estaba caliente al máximo. 

Aquello nos puso a cien. Aplaudimos rabiosamente y le pedimos a los boys que se acercaran a nuestras mesas para disfrutar de ellos. Y así lo hicieron. 
Portaba cada uno un bote de nata y su bandera mientras se paseaban por toda la sala. 
A nuestra mesa llegó un mulato. ¡¡Qué verga, dios!! Se puso nata a todo lo largo y se la ofreció a mi amiga Pepa: 

- ¿Quieres lamerme la, , , , nata?-. 

Pepa no dudó. Se la agarra y se mete ese tronco en la boca hasta dejarla limpia de varios chupetones. Se vuelve a poner nata. Se la ofrece a Ana: Lo mismo. Se la chupa con unas ganas. Se acerca a mí y me dice:

- Rubia, , , con o sin nata?. -

A mí me daba igual, sólo deseaba tener esa polla en mi boca. Sin esperar a que le contestara, me la pone en los labios, le agarro suavemente los huevos y empiezo a darle succiones hasta que se retira de mi boca y se dirige hacia las chicas de la mesa redonda. 
¡La que se armó allí!. Todas querían chupársela. Estuvo hasta que cada una de ellas le dió sus correspondientes chupadas. Disfrutaban de lo lindo las jóvenes. Seguramente alguna de ellas ni siquiera habían tenido una polla en sus manos, y cuanto menos la habían mamado. 
Mientras, iban llegando a nuestra mesa el resto de los boys, a los que tambien les chupamos la polla con el cuento de la nata. Uno de ellos, me dijo:

- Hola preciosa, , , te gustaría mamarme la?-

No lo dejé terminar de hablar. Le agarré la polla y empecé a chuparsela con unas ganas. Entonces me rodeó con la bandera y se dejó hacer. 
Pero al poco se retiró, me dió un beso y me dijo en voz baja: 

- Vuelvo pronto. -

Ya hacía rato que notaba mis braguitas humedas. 
Se fue hacia un grupito de mujeres que rondaban los 50 años. Se volvieron locas. No lo dejaban irse. Una de ellas le agarró la polla con la mano derecha, se la metió en la boca y mientras se la mamaba con ansia, con la otra mano se acariciaba el coño por encima de las bragas. 
Las otras le pedían que les dejara chuparsela tambien. Una de ellas se abrió la camisa, se bajó el sujetador y empezó a hacerle una paja con las tetas. La de al lado le tocaba el culo al boys y le metía la otra mano por debajo para intentar magrearle los huevos. Cuando el chico se volvió hacia ella fué recibido con la boca abierta dispuesta a tragarse aquella polla tan deliciosa. 
El boys se retiró dejandolas "a punto". Y tanto fué así que la primera señora se levantó y fué directamente al baño (creo que a terminar de pajearse). Despues le siguieron algunas de ellas. 

Más de una, y de dos, y de veinte pasaron por el baño para lo mismo. 
Aquello era un desenfreno. A Rosa se la folló alguno de ellos, o varios, o los cuatro. Qué se yo. Desaparecía y aparecía de vez en cuado y siempre la veía con la misma cara de satisfacción, como la que se le queda a una cuando está bien follada. Aún así no dejaba de mamar cualquier polla que le llegaba a sus labios. Quien me iba a decir que Rosa, con lo recatada que me parecía, iba a disfrutar tanto de esas pollas tan deliciosas. ¡¡Pero era su fiesta!!. 

El boys que me dijo que volvería pronto se situó a mi derecha. Me rodeó la cabeza con la bandera para que no me viera el resto de la gente y me ofreció de nuevo su polla diciendome: 

- Hola preciosa, , , te acuerdas de mí?. -

Su sonrisa denotaba que la pregunta sobraba. Claro que me acordaba de él. Me impactó tanto que no podía olvidarlo. Y con lo caliente que estaba yo. La verdad es que todos me gustaban; pero éste mucho más. Empecé a chuparsela con suavidad. Me imaginaba en la cama con él, comiendole aquél miembro mientras él me acariciaba las tetas y el coño bien humedecido a esas horas. Mis pezones iban a estallar. Hasta notaba cierto dolor que me agradaba. Sentía por mi cuerpo una sensación que jamás experimenté con mi marido. Estaba dispuesta a follar toda la noche con el boys si me lo pedia. Y parece que me leyó el pensamiento, porque de pronto me dice: 

- Voy a descansar unos minutos en mi camerino. Quieres venir?. -

Sin dudarlo un instante, le dije que sí con la cabeza. Sabía que no tendría otra oportunidad para follarmelo. Me dijo:

- Dirigete hacia el baño. -

Así lo hice y justo al lado había una puerta que daba acceso a los camerinos, con un letrero de "Privado". El chico la abrió desde dentro y me invitó a pasar. Ya en el camerino me dijo que sólo había que cumplir una condición: No pedirle que se quitara el antifaz porque "la dirección" del local lo prohibía y no quería arriesgar su trabajo. Me extrañó la excusa porque sólo estábamos los dos, pero le dije que no había problema, que me gustaba su antifaz y que no iba a pedirle que se lo quitara. A mí no me estorbaba. 

Me ocurrió lo que nunca: correrme cuatro veces seguidas. Con mi marido sólo me corro una vez y me quedo bien (eso creía), pero con este potro quería más y más. Y eso que los orgasmos eran intensísimos. Dos veces me corrí cuando me comía el coño; otra cuando me la metió por el culo (nunca lo había probado) y por ultimo cuando le mamé su polla con tanta ansiedad mientras le decía: 
- Córrete en mi boca, por favor!-

Así lo hizo llenandomela de su cálido y sabroso semen (con mejor sabor que el de mi marido) al tiempo que yo experimentaba el cuarto orgasmo. Nunca disfruté tanto como en ese rato. 
La fiesta de despedida se acabó y cada cual volvió a su casa no sin antes desear encontrarnos en otra igual. Hubo gente que disfrutó nuchísimo del sexo masculino (las señoras de 50 años, las chicas de la mesa redonda, mi amiga Rosa, Pepa, Ana, Maria José, la otra Ana, Paquiy yo misma, que disfruté como nunca). 

Y volvió la realidad. Madrugar al lunes siguiente para ir a trabajar, aguantar el mal carácter de algun jefe, hacer las tareas de la casa, etc. etc. 

El miercoles siguiente (tres días después de la fiesta) y volviendo de mi trabajo me cruzo en el portal de mi casa con el hijo de una vecina, estudiante de Derecho, al que veo de tarde en tarde. Muy educadamente, como siempre, y con una sonrisa sospechosa me saluda: 

- Hola preciosa, te acuerdas de mí?. -

Quedé estupefacta. Le seguí con los ojos hacia la calle mientras mi cabeza empezó a rebobinar e intentar situarme en el sábado anterior: en el día de la fiesta. 
Al llegar a la puerta, se volvió hacia mí y, sin perder esa sonrisa, me lanzó un beso con la mano al tiempo que me guiñaba un ojo. 
No pude evitar soltar un pensamiento en voz alta: 

- Hijoputa, - mientras mi cuerpo experimentaba otra vez la sensación que viví cuando aquél boys y yo disfrutamos de nuestros cuerpos. 

Y aquí comienza la segunda parte de mi historia, que ya os relataré más adelante. 
Besos. Lola 

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