Mi mujer y su hermana, la mejor forma de iniciarse

Cuando sucedió lo que relato a continuación, nuestra vida sexual (Elena y un servidor, Carlos) era realmente muy activa, ya que lo hacíamos casi a diario. No teníamos ningún tabú en cuanto al sexo: juguetes, posturas, juegos, imaginación, fantasías. Todo lo que no fuera violencia valía para disfrutar de lo que consideramos una vida sexual abundante en cantidad y calidad. Nuestras fantasías iban dirigidas a compartir nuestros momentos sexuales con terceras personas, a veces nos poníamos a mil imaginando a alguien que conociéramos entre nosotros, tanto chicos como chicas, pero lo más que habíamos llegado a hacer fue una conversación telefónica con una pareja con la que contactamos por Internet y que terminó en una masturbación mientras hablábamos los cuatro.
Un día, después de terminar una maratoniana follada, hablamos seriamente de incluir a una chica en nuestros juegos. Lo difícil era encontrar a la chica adecuada, pues nuestra experiencia en el tema era nula. Teníamos un par de amigas con cierta confianza y buscamos el momento adecuado. Se lo propusimos a una primero, que contestó que no porque era muy clásica en ese sentido. La segunda se lo pensó más, y al cabo de unos días me llamó para decirme que conmigo solo si. Yo agradecí su ofrecimiento, pero lo rechacé por motivos obvios.
Al poco ya casi habíamos olvidado el tema, pero la historia dio un giro totalmente inesperado. Resulta que la hermana de Elena, Lucía, año y medio menor que ella, debía asistir durante un mes a un curso por las tardes cerca de donde vivíamos, y nos pidió dejarla ir a comer a casa para tener más tiempo de descansar a medio día. Por supuesto no había ningún problema. Al menos, no que le pudiéramos contar, ya que teníamos la sana costumbre de echar un buen polvo después de comer casi cada día, y de momento tendríamos que renunciar a ello.
Hacía algo más de cinco meses que Lucía había roto con su novio tras dos años de relación, y parecía haberlo superado, aunque nunca hablamos de ello, ya que nuestra relación era bastante superficial.
Los primeros días, como no, nos cortábamos y después de comer nos sentábamos a ver la tele juntos. A veces Lucia se dormía una pequeña siesta durante este tiempo. Al cabo de unos días ya comenzamos a echar de menos nuestro ‘polvo del postre’, hasta que aprovechando una de esas siestas escurrimos el bulto hasta el dormitorio y follamos, con sigilo, pero a tope. Era especialmente excitante estar follando sabiendo que su hermana quizás nos estuviera oyendo gemir en la habitación de al lado.
Así pasaron algunos días. Lógicamente Lucía no era tonta y sabía perfectamente que nuestras ‘escapadas’ al dormitorio no eran para jugar al parchís, además que en más de una ocasión tuvo que oírnos por fuerza. Lucía era algo más delgada que Elena y físicamente no era fea, pero tampoco llamativa en un sentido estrictamente físico/sexual, al menos para mi gusto. Eso si, tenía un culo redondo y aparentemente firme que si fue capaz en más de una ocasión de estimular mis fantasías, que lógicamente me guardé solo para mi.
Al cabo de dos semanas de esta situación, Elena y yo ya ni esperábamos a su siesta para ir al dormitorio, sino que directamente nos levantábamos e íbamos sin ningún disimulo. En una de esas ocasiones noté que Elena estaba especialmente excitada y ya mientras estábamos almorzando los tres, su pierna recorría la mía bajo la mesa. Sabía que me esperaba un buen polvo y me estaba poniendo muy caliente. Al finalizar el almuerzo, Lucía va al baño mientras nosotros recogíamos la mesa, momento que Elena aprovechó para meter la mano por dentro de mi pantalón y sobarme los huevos y la polla, que no tardó nada en ponerse totalmente dura. Oímos la puerta del baño abrirse y Elena, con una sonrisa pícara sacó su mano y miró como mi paquete parecía que iba a romper el pantalón. Yo intenté disimularlo buscando algo en la nevera para que Lucía no viera que estaba empalmado, pero Elena le dice: “Lucía, guarda el agua en la nevera, por favor”. Ella lo hizo inmediatamente y yo no sabía donde meterme. Cuando bromeando de un empujón me hizo a un lado quedé con la ‘tienda de campaña’ señalándola directamente. Ella se ruborizó en principio, pero reaccionó diciendo “¿de que marca es esta nevera para comprármela?”, y respondimos con una nerviosa y sonora carcajada los tres. Lucía se fue al salón, como siempre, y nosotros directamente al dormitorio. Elena se sentó en el borde de la cama y bajando la cremallera de mi pantalón me preguntó “¿te excitó la situación?”. En cuanto terminó de desabrocharme el pantalón y sacar mi verga totalmente tiesa vio ella misma la respuesta a su pregunta. Me sonrió y comenzó a hacerme una mamada de las suyas, o sea, espectacular. Lamía y chupaba acompañando con sus manos los movimientos de su boca sobre mi polla, y yo acompañaba todo eso con suspiros y gemidos. Nos fuimos desnudando al mismo tiempo y cuando ya estábamos como Dios nos trajo al mundo, ella dejó de chupar. Tocándomela despacio y con una mirada lujuriosa como no recuerdo haber visto antes en sus ojos, me preguntó “¿Que te parece ella para el trio? ¿Te la follarías para mi?”. Casi me corro directamente nada más terminar su pregunta. Le respondí: “solo si tú te la follas para mi”. Elena me había contado que sus primeras experiencias sexuales en la pubertad fueron precisamente con su hermana, con quien veía a escondidas las películas porno de sus padres e imitaban algunas cosas que veían en ellas.
Sin soltar mi polla, Elena llamó a Lucía: “Luci, podrías venir con nosotros aquí y comprobar por ti misma lo buena que es la nevera esa” dijo con humor. Nos quedamos tensos unos segundos, hasta que oímos la puerta del dormitorio abrirse. Lucía asomó la cabeza y la escena que encontró fue a mi de pié, desnudo, empalmado y Elena sentada en el borde de la cama, desnuda y acariciando mi polla. Entró y en su cara se notaba nerviosismo, rubor y excitación. Elena extiende su mano invitándola a sentarse junto a ella, y Lucía, sin decir nada, aceptó la invitación. Por el nerviosismo antes de la aparición de Lucía, pues no sabíamos si se le molestaría la invitación, mi polla cedió un poco, derramando con ello un poco de líquido a lo largo de la mano de Elena, quién lamió esas gotas y volvió a metérsela en la boca para chuparla con su hermanita de testigo esta vez. Lucía estaba inquieta, cruzaba las piernas y se arrimaba a Elena mientras veía como su hermana me hacía una mamada, y sin perder detalle de cómo lo hacía. Elena saca la polla de su boca, la apunta hacia su hermana y le sonríe invitándola a chupar mi verga empapada. Ella abre su boca, cierra los ojos y con sus labios empieza a recorrerla toda casi hasta el fondo. Notaba su lengua moviéndose y acariciándomela con cada movimiento mientras sus labios me la rodeaban. Teníaa mi cuñada haciéndome una mamada en presencia de mi pareja y estaba caliente como nunca. Se fue animando y sus manos acariciaban mis huevos y mi culo mientras me la chupaba. Elena se colocó detrás de ella y besaba su cuello mientras le desabrochaba la blusa.. Desbrochó también el sujetador y se lo quitó todo, dejando a la vista las redondeadas tetas de Lucía, con los pezones totalmente duros. Lucía vuelve su cabeza hacia Elena, que ya estaba acariciando y apretando los senos de su hermana, y se funden en un beso sin dejar de hacerme una paja. Lucía tenía aún puesta una faldita vaquera a medio muslo. “Échate hacia atrás” le ordené. Ellas seguían acariciándose, besándose y magreándose mientras yo, de rodillas en el suelo, quitaba sus bragas bajo la falda, quedando ante mi su húmedo chochito muy bien recortado. Lamí y besé el interior de sus muslos y subiendo poco a poco me acerco a su coño, pero sin llegar a él. Lucía deja un momento de besar a su hermana, abre sus piernas todo lo que puede y me ordena desesperada “hazlo, por favor”. Mantuve sus piernas muy abiertas con mis manos y con un lengüetazo recorrí su coño de abajo a arriba y al llegar a su clítoris, que apreté con mis labios para jugar con la punta de mi lengua en él. Ella se retorcía de gusto gimiendo mientras apretaba y chupaba las tetas de su hermana, que le correspondía de la misma forma. Le había levantado las piernas manteniéndolas abiertas y yo estaba extasiado chupando aquel coño tan húmedo, introduciéndole mi lengua, lamiendo su ano, metiendo mis dedos por ambos agujeros mientras ellas susurraban, gemían y suspiraban. Cuando el coño de Lucía estaba chorreando, me levanté y ordené e Elena: “ahora te toca a ti”. Me tumbé en la cama, comencé a hacerme una paja disfrutando de la visión de las dos hermanas que se derretían follando entre ellas. Lucía empujó a Elena para que se tumbara junto a mi, le abrió las piernas y sin más puso su mano en el coño de su hermana, magreándoselo sin delicadeza alguna, cosa que Elena agradeció con un “Ay asi, tocámelo”. A cada minuto que pasaba ambas parecían ir transformándose en dos zorras desesperadas la una porla otra. Lucía estaba literalmente follándose a su hermana introduciéndole casi toda la mano en el coño, la sacaba de golpe y se lanzaba a comérselo agarrada con fuerza a sus tetas o subía y se fundían de nuevo en un beso mientras la masturbaba. Yo tenía que dejar de tocarme para no correrme con lo que estaba viendo. La excitación era bestial!. De repente, Lucía se pone de rodillas y le dice a Elena mientras agarra mi polla: “¿quieres ver como me folla?”. Debí de batir el record mundial de velocidad en ponerse un condón. Lucía se puso a cuatro patas mirando para Elena, yo me puse por detrás y le quité la falda, que aún llevaba puesta, coloqué la punta de mi polla en la entrada de su chochito, la sujeté por la cintura y le dije “pidémelo”. Ella obedeció: “cuñado, clávamela”. Yo, que soy muy obediente, la empujé de golpe hasta el fondo. El grito de Lucía tuvo que oirse en todo el bloque. Elena se masturbaba viendo como me tiraba a su hermana. Debo confesar que tras todo lo sucedido no tardé mucho en correrme. Me agarré a ese culo con el que había fantaseado y que ahora era mío y me corrí empujándole toda mi polla como si quisiera atravesarla con ella. Cualquier fantasía que hubiese tenido acerca de follarme a Lucía no se acercaba ni de lejos al placer dela realidad. Tuveuna corrida que parecían tres juntas. Cuando la saqué, las dos se acercaron a mi, aún yo de rodillas, y nos besamos los tres. Pero claro, ellas aún estaban a mil. Me aparté y ellas volvieron a besarse y tocarse la una a la otra. Elena se tumbó boca arriba y Lucía se puso sobre ella, haciendo un 69. Disfruté de nuevo del espectáculo. Metían sus dedos por el culo y el coño de la otra, se lamían, mordisqueaban sus clítoris, daban pequeñas palmadas en sus nalgas hasta que el aumento de los movimientos y los gemidos se volvieron frenéticos durante su corrida simultánea. “Hija de puta, que placer me has dado” le dijo Elena a su hermanita mientras ambas caían rendidas en la cama junto a mi. Tras unos minutos para recomponernos y normalizar nuestras respiraciones, Lucía se levantó para asearse. Nos quedamos Elena y yo solos, nos besamos y le pregunté si fué como esperaba. “No” me dijo. “Mucho mejor. De hecho creo que quiero más”. “¿Qué más se te apetece hacer?” le pregunté. Acariciando mi fláccida polla respondió: “Ahora quiero que le des por el culo. A ella le encantaba que jugara con su culo cuando lo hacíamos”. Lucía regresó y fue Elena la que nos dejó en ese momento a solas. Lucía se sentó en el borde de la cama, junto a mi, con intención de vestirse. “¿Qué haces?”. Ella se acercó a mi y me besó. “Vestirme”, respondió. Yo me coloqué detrás de ella, la rodeé con mis brazos, apreté sus tetas y besando cuello le dije: “La de pajas que me he hecho pensando en tu culito”, me atreví a confesarle. “Yo también me he tocado pensando en tu polla, y aunque mi vibrador es más grande que ella, te confieso que me he excitado mucho más hoy” me respondió ella. “Pues como tu hermana y yo queremos repetir ahora mismo, no te vistas”. “¿Si?” Contestó ella entre sorprendida y halagada. Giró su cabeza y nos besamos. Entró entonces Elena. “No habréis empezado sin mi, ¿no?”. “Aún no” respondió Lucía “pero si tardas un poco más nos encuentras follando”. Todos reímos y de nuevo a la cama. Yo ocupé mi lugar entre ellas. Iba a llegar tarde al trabajo y Lucía se perdería la clase de hoy, pero ni por asomo nos preocupaba eso en ese momento. Comenzamos con caricias y besos entre los tres mientras bromeábamos con lo de la nevera, así durante unos minutos, que fueron los que necesitaba para volver a estar preparado. “Ahora habrá que repetir” dije yo señalando hacia mi polla ya tiesa. “Creo que Carlos va a follarnos otra vez” dijo Elena a su hermana. Lucía me hacía una paja mientras Elena me besaba. Acercó su cabeza hasta mi verga, que se metió de nuevo entera en la boca y chupó, esta vez con menos nerviosismo. Elena bajó también y se fueron turnando para hacerme una mamada. Cuando sus bocas coincidían en mi polla, jugaban con sus lenguas entre mi capullo y sus labios. Elena se incorporó y se sentó sobre mi. Su hermana tenía mi polla sujetada hacia arriba, manteniéndola mientras entraba en el coño de Elena. Pequeños movimientos arriba y abajo iban encajándola cada vez más adentro en su coño, y a medida que entraba, más se movía ella. Lucía se pone de pié sobre mi cara y mientras baja, acaricia su coño, como adelantándome lo que esperaba de mi en cuanto lo coloque en mi boca. Y así quedan una frente a la otra, Elena recibiendo toda mi polla en su coño empapado y Lucía moviéndose suavemente al compás de mi lengua que acariciaba su rajita. El círculo se cerraba con ellas dos besándose y jugando con sus tetas. De nuevo éramos los tres todo gemidos, respiraciones rápidas y agitación de nuestros cuerpos buscando aprovechar cada centímetro más de placer que pudiéramos darnos. Elena saltaba sobre mi, clavándose mi polla hasta el fondo en cada caída, y Lucía movía sus caderas adelante y atrás y en círculos buscando rozarse con mi lengua y mis labios desde el clítoris hasta su culito. Noté a Elena salirse, momento que su hermana aprovechó para inclinarse y hacerme una paja mientras yo no dejaba de comerle el coño. Elena se acercó a su culo y empezó a lamerlo. Lo llenó de vaselina, metiéndole los dedos lo más adentro que pudo preparándolo para mi follada. Nuestras lenguas se encontraban en el empapado coño de Lucía arrancándole largos gemidos de placer. Era el momento de encular a mi cuñada. La coloqué de nuevo a cuatro patas, abrí sus nalgas con mis manos y la propia Elena mantenía mi polla en la entrada del dilatado agujerito de Lucía. Empujé suavemente y su ano fue abriéndose mientras mi capullo la penetraba. Me detuve un momento, moviéndome en círculos y con pequeños empujoncitos le metía y sacaba la punta de mi dura polla. Elena me la sostenía con una mano y con la otra masturbaba a su hermana, que con lo ojos cerrados esperaba impaciente que le rompiera su culito. Le sujeté fuertemente por la cintura y empuje de forma suave para meterle todala verga. Su mano hacia atrás intentaba controlar la fuerza con la que le penetraba, pero no me detuve hasta tener mis huevos casi en la entrada de ese maravilloso culo. Su grito, mitad de dolor y mitad de placer me puso aún más caliente mientras mi polla estaba totalmente apretada por su esfínter. Elena seguía jugando con el clítoris de Lucía y le daba palmadas en sus nalgas, y yo estaba ya totalmente entregado a la sodomización frenética de mi cuñada. Alternaba duras embestidas hasta el fondo con suaves movimientos sacando casi toda mi polla y volviendo a clavársela hasta el fondo. Ella no dejaba de gritar y gemir “ay mi culo, que rico”. Los dedos de Elena hicieron que su hermanita se corriera esta vez la primera repitiendo “me corro, no paren”. Ella movía su culo arriba y abajo llamando “zorra” a su hermana, que le trabajaba el chochito con mucha maestría, consiguiendo que Lucía dijera durante los segundos que duró su corrida las cosas más sucias que pudiéramos imaginar. Elena la ponía aún más cachonda diciéndole que era “nuestra putita” y nos la ibamos a follar todala tarde. Cuando terminó de correrse me pidió que sacara mi polla. No le hice caso y seguí enculándola un par de minutos más, mientras no dejaba de llamarme “cabrón”. Esa sensación de estar casi violándola por el culo con la ayuda de su hermana que seguía sobándole las tetas y el coño y diciéndome que no parara de tirármela era una pasada. Cuanto más decía “me duele” con la respiración entrecortada, más cachondo me ponía y más adentro intentaba llegar, hasta que ya nos suplicó que parásemos. Saqué mi polla de golpe y ella cayó boca abajo totalmente rendida y con su culo muy abierto. Me acerqué a ella y le ordené que me la chupara. Cogí su cabeza y la dirigí hasta mi polla, que se metió en la boca y chupó con ganas. Elena se puso a cuatro patas junto a mi y nos besamos mientras la masturbaba. Llegaba mi corrida y sujeté la cabeza de Lucía para que no dejara de mamarla mientras le llenaba la boca de semen. Ella tragaba todo lo que le daba sin dejar de recorrer mi polla con sus labios, hasta que no quedó ni una gota dentro de mi. Lucía, aún con sus labios manchados de mi leche, se acercó a mi y me besó. Elena le dijo que se tumbara junto a mi, cosa que hizo. Se abrió de piernas sobre su cara y le ordenó que se lo lamiera. Lucía chupaba el coño de su hermana y con sus manos pellizcaba sus pezones. Yo besaba a Elena y la acariciaba. Tardó poco Elena en correrse con los lengüetazos de su hermana, repitiéndole “come, putita”. Tras correrse siguió moviéndose rozando su coño empapado por toda la boca de mi cuñada. Quedamos los tres allí, tumbados juntos y sin decir ni una palabra solo se oían nuestras respiraciones aún algo agitadas, acariciándonos los tres.
Al poco, Lucía se vistió con cierta premura para intentar llegar a sus clases, nos besó a los dos y se marchó. ¿Y ahora? Le pregunté a Elena, pensando en como sería nuestra relación con su hermana a partir de ese momento. “Ahora a recuperarnos y esperar a mañana, que nos la follaremos de nuevo” me dijo con una sonrisa. Disfrutamos como nunca y fue el comienzo de varias experiencias de tríos que ya os iré contando.

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