Mi primera experiencia anal

Primeramente les describiré mi apariencia física, enseguida de la de mi novio. Mi nombre es Diana, voy para los diecinueve años este septiembre. Soy alta en comparación de las demás personas que habitan estas tierras tapatías, con 1.70 metros de estatura. Mis ojos son expresivos y llegando al color miel, tengo una pequeña nariz y una pequeña boca, un mentón bastante angulado y un cuello largo y delgado, con dos lunares en el centro. Mis pechos son grandes para mi complexión, que es muy delgada. Soy talla 34 C, con unos pezones rosas, pequeños y bastante excitables. Una cintura pequeña seguida de unas caderas no muy grandes, apenas de 90 cm. Un trasero muy bien formado, pero no muy grande ni muy chico. Unas piernas envidiables, de las que me enorgullezco mostrando lo más que puedo, al igual que unos delgados y bien tonificados brazos. Peso 59 kg. Poseo una blanca piel y un cabello castaño muy claro.
Mi novio, cuyo nombre es David, recién cumplió dos décadas. Me gana en altura por unos ocho centímetros, su espalda es grande y tiene unos brazos muy ejercitados. Un abdomen fuerte y con cuadro abdominales marcados, además de unos pectorales duros como piedra. Tiene una cintura pequeña, del tamaño aproximadamente de mis caderas, y lo que hay debajo es un espeso bosque con un gran tronco, de unos 19 ó 20 cms, seguido de unas bolas que son medianas. Viste unos glúteos de campeonato, gracias al fútbol americano que practica, al igual que unas piernas macizas y capaces de soportar lo que sea. Si no me equivoco, pesa alrededor de 90 kg. Unos ojos verdes decoran su rostro, una nariz pequeña y una enorme boca. Cabello corto castaño, y de un color blanco rosado es su piel.

Llevamos saliendo por casi siete meses, y nuestra vida sexual empezó sólo diez días después, con sexo oral y algunos dedos suyos vagando por mi intimidad. Ahí descubrí que el sabor del semen es exquisito.
Me considera una ninfomaníaca, y en verdad es que lo soy. No puedo desaprovechar cualquier rato que pasamos solos y yo soy la que le pide los días para escaparnos a un motel y tener sexo durante seis u ocho horas seguidas.

Con ya un mes de no tener relaciones sexuales de ningún tipo, los dos estabamos con los demonios a lo máximo, y cabe aquí mencionar que me encanta torturarlo y hacer que tenga una enorme erección, se le incrementen las ganas con mi propio toqueteo y que no pueda hacer nada; tortura de impotencia.
Empecé el juego cuando mi papá estaba en la oficina, que está adjunta a la casa, a unos 5 metros de la sala, donde yo estaba acostada con la cabeza en sus piernas. Soy muy cuidadosa en cuestión a que me atrapen en la jugada, realmente tengo la habilidad de ver movimientos muy rápidos y reaccionar ante ellos, lo cual me pone una ventaja: puedo hacer cualquier cosa con mis papás presentes sin que ellos se enteren. Obviamente esta situación de peligro hace que la excitación sea más duradera y grande. Toqué mis pechos por encima de la blusa verde que tenía puesta, sin ningún tipo de brassier pues es de ese tipo de blusa que tienen uno adjunto. Acababa de llover y habíamos salido previamente a mojarnos con la lluvia, así que la humedad ya había hecho gran parte del trabajo poniéndolos erectos, yo sólo los acariciaba para que se notaren más.

Vi desde un principio la erección de David por encima del pantalón, y ya estaba con unas pequeñas manchas de preseminal. No me importó mucho y seguí con mi tarea, pero en lugar de encima de la blusa, saqué el pecho entero y se veía claramente cómo me tocaba. Mis pezones ya estaban hechos una piedra, y los ojos de él ya no podían ver otra cosa. Me metí el dedo con el que jugaba a mi boca, lo ensalivé y lo pasé por todo el contorno del pezón. Sentí las vibraciones de control de David, pues no podía hacer nada, mi papá seguía ahí. Sus ojos ya habían cambiado, no sé si lo crean o no, pero lo que veo en sus ojos es una tonalidad naranja en lugar de verde, y unas pupilas sumamente dilatadas, que parece que me comen.
Con un esfuerzo sobrehumano él apartó la vista y se hizo el dormido, pero cometió un error: Dejó su brazo a mi alcance. Queriendo descontrolarlo me volteé y quedé de lado, viendo hacia mi papá –quién seguía en la computadora enviando unos correos- lo cual dejó la mano de mi novio atrás de mí, tocando mis nalgas que apenas estaban cubiertas con un minúsculo short amarillo, el cual tiene la pierna muy floja y es fácil el ingreso (de hecho con esos mismos shorts tuvimos sexo en público, en un parque, y no hubo necesidad de quitarme nada). Inicié a mover su mano por detrás, acomodándola para que tocara mi húmedo sexo y que sus bestias internas se apoderaran de él. Sentía ligeros apretones entre mi altar de venus y mi altar de sodoma, muy ligeros, casi imperceptibles –no me hubiese dado cuenta si antes, al momento de besarnos y decirle sin palabras que me tomara ahí mismo, no me haya apretado ligeramente la espalda, para volverse a la realidad- que hacían que destilada jugos y hormonas, a las cuales su nariz está bastante acostumbrado y ya le es muy fácil reconocer el aroma. Alejó muy de repente su mano y lo que hice para tentarlo más fue levantarme un poco y dejar que el viento hiciera el resto, llevando el olor de su pasión a su nariz. Tuvo que pararse de súbito, sus ojos se veían casi rojos, sus pupilas cubrían gran parte de su iris y temblaba, temblaba mucho.

Le dije que viniera, y se sentó bastante lejos de mí. Sacó una libretita y comenzó a dibujar cualquier cosa, me parece que dibujó un par de peces.

Mi papá no tardó mucho en irse, tenía que ir por mi hermano a la escuela y tuvimos la casa para nosotros solos.

Estuve tentándolo un buen rato más, le mordía los lóbulos de la oreja y los succionaba, mientras yo misma agitaba mi respiración y de vez en cuando suspiraba y gemía un poco, para evocar memorias y deseos. Continuaba por su cuello, lamiéndolo y besando pesadamente, mientras una de mis manos acariciaba su pene por encima del ya muy mojado pantalón. Le dije varias veces que me poseyera, que me hiciera suya, y él sólo temblaba y se descontrolaba por periodos muy cortos, me embestía y se ponía encima de mí, me besaba salvajemente e incluso uno de esos ataques bajó mi blusa a la altura de mi pecho y empezó a comer como famélico, a morder ligeramente y a atacar severamente con su lengua que no tenía control, cuando una de sus manos empezaron a jugar con mi clítoris. Se controló en un instante, se quitó de encima y se fue hacia la cocina.
Él no dijo nada, pero leí de su cuerpo un “sígueme” y veía claramente el porqué. En el sillón hay cortinas traslúcidas que pueden hacer visibles nuestras acciones a la gente que pasea por fuera y en la cocina estaríamos aislados de cualquier persona.

Nos besamos descontroladamente, él ya no pensaba y lo poco que yo pensaba lo detuvo un momento, al oír que se bajaba el cierre y me tiró de una el short con mi panty blanco, sin siquiera desabrochar botones.
-No tienes condón, no podemos hacerlo-
Vi claramente la idea que cruzó por su mente.
-Date la vuelta y apóyate contra la pared-

Ya habíamos intentado antes la sodomización, sólo que nunca se pudo entrar más allá de medio falo, y la vez que entró completa anteriormente era parte de un castigo, y lo sacó porque estaba casi llorando.
Aquí ya no había pensamientos, ya no importaba si lloraba o no.
Me di la vuelta y me apoyé contra la pared, como él me pidió.
Me separó las nalgas y empezó a apoyar la entrada de mi ano con su pene. No costó tanto trabajo, estaba lubricada con mis jugos que se habían escurrido, además de que estaba muy ansiosa de tenerlo dentro de mí. Entró la mitad, y así empezó a bombear, hasta que llegó casi a la empuñadura y siguió bombeando una y otra vez.
Yo no gemía. Gritaba. Me dijo después que parecía que me estuvieran matando, y vaya que sí. Sentía como se abrían mis adentros para acaparar más de ese pedazo de carne que tanto me gusta.
Por un momento me puso la mano en la boca, y lo cubrí con mi mano para no poder gritar. Tuve un escandaloso orgasmo, uno que no había probado antes. Me sentí de inmediato muy débil y casi me resbalo. Sacó su pene y me ayudó a mantenerme de pie.

-Dime que entro todo o si no me meto-
-No, llegó hasta aquí, y todavía no me vengo y necesito venirme- Dijo, señalando casi al final del nervioso tronco (unos cuatro centímetros antes). Como si me lo hubiera ordenado, me puse en cunclillas, sólo para tener otro orgasmo que me hizo temblar descontroladamente y acto seguido, metí su polla en mi boca. No me supo desagradable, me supo como siempre.
Como dije antes, estaba muy débil y no pude seguir mamando por mucho tiempo, aunque él también agarró mi cabeza y ferozmente la movió para lograrlo. Me levanté apenas pude y me apoyé de nuevo en la pared.
-¿Más?-
No hizo falta asentir, él ya me estaba penetrando una y otra vez, hondando en mi altar de sodoma. Esta vez lo sentí más fácil, y sentí más. Igualmente grité y no pasó mucho para que dijera
–Vente, vente dentro de mí, dentro de mí, dentro de mí-
Un minuto de embestidas totalmente animales y se corrió copiosamente dentro de mí. Todas mis entrañas quedaron ahogadas por su semen, el semen de un mes de abstinencia.

Lo sacó muy lentamente e hice lo que pude para mantener todo ese líquido dentro de mi cuerpo, pero era demasiado y derramé un gran chorro en el suelo. Me agaché y empecé a lamer el suelo, no dejando ni una gota.




Diana Laura


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