Alexis y Lara: 1 Los comienzos

Mi nombre es Alexis, todos me conocen por Ale, y tengo 21 años. Perdí la virginidad a los catorce, pero lo más interesante para mí no empezó sino hasta los dieciséis. Fue ahí, en ese momento, lo tengo bien presente, cuando empecé a disfrutar mucho más del sexo y de todo lo que me iba generando a mí y los chicos con los que me fui relacionando.
Para esa época, ya hacía un tiempito que me venían diciendo que mi cuerpo estaba muy bueno, que mis tetas estaban espectaculares, y todo tipo de cosas que depende quién y dónde me lo decía, iban de simples piropos medio tímidos -por mi edad tal vez-, a gritos asquerosos y completamente desubicados.
Creo que todo cambió el verano en que cumplí los dieciséis años, a partir de compartir muchas charlas con una amiga que era más grande que yo. Era una profe de educación física de 26 años, que trabajaba en el club adonde iba yo, pero con la que igualmente desde un primer momento se armó una relación muy divertida. Ella era muy zafada, graciosa, linda y le gustaba mucho histeriquear (y no tanto) a los hombres. Siempre hablábamos de sexo, de chicos y de nosotras, de lo que nos gustaba, lo que no, y lo que quisiéramos probar alguna vez. Ella me enseñó que la mujer debe ser mujer siempre, cuando está en pareja y cuando no, que no había porqué esperar a estar con alguien de manera formal para disfrutar de muchas cosas.
En ese verano, ella me iba haciendo notar la forma en que me miraban los hombres, en cómo se calentaban conmigo y cosas por el estilo. Yo, más bien tímida para esa época, no terminaba de creerle, o no quería terminar de creerle, tal vez para no hacerme cargo de lo que generaba en los hombres.
En una de esas discusiones, me dijo que se le había ocurrido una forma para que yo compruebe que lo que ella decía era verdad. Me propuso un jueguito en el que yo tenía que decidir si entraba o no, de antemano, pero si decía que sí, ya no me podía echar atrás. Por curiosidad, y porqué todavía no sabía de qué se trababa la cosa, le dije que sí. Y menos mal que le dije sí. Ahí, por suerte, cambió todo para mí.
La propuesta era ir a un camping de veraneo, con pileta y río, cabañas y canchas de deportes, en Arroyo seco, un pueblo muy cercano a mi ciudad, Rosario. Y lo que yo tenía que hacer era no llevar ninguna malla. La bikini me la daría ella. Cuando me aclaró eso, ya empecé a sentir una especie de cosquilleo en el estómago, porque empecé a sospechar por dónde podía venir todo.
Alquilamos una cabaña, llegamos pasado el mediodía, y mi amiga Lara me dijo, "Desnudate que te doy tu malla". Simple, claro y directo. Venía pensando en cualquier cosa y esa frase me frenó y me hizo simplemente obedecerla. Aunque me asustaba, no veía la hora de empezar el jueguito. Me desnudé delante de ella mientras ella revolvía su bolso, hasta que sacó una bolsita chiquita y me la extendió hacia mí. La tomé y metí la mano dentro, mirando para arriba y pensando en lo que allí habría.
Saqué una bikini muy muy muy chica, con tiras finitas y de color verde bien clarito. La excitación que me empezó a subir era increíble. Era una sensación nunca experimentada. Una especie de mezcla entre la puta que todas llevamos dentro y la pura que nunca se pondría eso ni en la intimidad con algún chico. Y en verdad, si me quería imaginar jugando con algún chico, vistiéndome con algo así para provocarlo, me daba cosa el sólo pensarlo. Y saber que ya había aceptado el juego de Lara, me obligaba a empezar a imaginarme en esa bikini increíblemente chica delante de todo el mundo en ese camping.
Me la puse. La parte de arriba apenas alcanzaba a tapar los pezones, por lo que los pechos sobresalían por todos lados de la fina tela que las intentaba cubrir. La parte de abajo, era de esas tangas que no tienen ningún triangulito de tela ni nada que cubra la piel. Las tiran formaban una T y dejaban ver las marcas de un bronceado mucho más pudoroso que el que me quedaría con algo así. Si bien me moría de vergüenza por un lado, por otro me sentía una linda putita, y me decía a mí misma, "¿Por qué no probar ver qué se siente que todos te miren y calentar tipos sin hacer más nada que pasar al lado de ellos?".
Una sola cosa me sacó de esa excitante ensoñación, fue la voz de Lara que me dijo "Estás echa todo una calientapija" y se echó a reir. Me contagió enseguida, nos reímos un rato juntas y eso me ayudó a liberar un poco de tensión.
Como el alquiler era de sólo una noche por la cabaña, decidimos apurarnos y probar a ver qué pasaba y fuimos a la zona de la pileta. Me llevé un pareo en la cintura, como para cubrirme al principio por lo menos, pero mis tetas solamente bastaban ya para que todos empiecen a fijarse en mí, en un primer momento de reojo, luego menos disimulados, y a codearse y hablar entre ellos. Nos ubicamos a un lado de la pileta, tomamos dos reposeras y me saqué el pareo para tomar sol. Dejé el pareo en la reposera y me acomodé en una lona boca arriba, a lo que Lara me dijo "Qué hacés nena? Creés que vamos a venir hasta acá para que nadie te vea? Andá ya a tirarte un rato a la pileta."
Esa segunda orden me mató. Ni lo pensé. Me puse de pie, me quedé un rato mirándola a Lara, con una media sonrisa en nuestras caras, cómplices de un juego que si bien era entre nosotras, involucraba a mucha más gente, quienes salían ganando sin que les cueste nada. Fui hasta el borde de la pileta, me quedé un rato allí, mostrándome sin mirar a nadie en particular para sentir menos vergüenza, y luego me tiré a nadar un rato. Jugaba en el agua metiéndome de cabeza una vez estando adentro de la pileta, de forma que cuando me sumergía, mi cola quedaba un ratito fuera del agua. Más tarde, hablando con Lara, nos reímos mucho ya que ella me decía que una pareja grande que estaba cerca de nosotras discutió bastante, porque al parecer, el señor no podía dejar de mirarme, y la señora, muy enojada, le quería hacer saber que no le gustaba nada eso.
Estuve un rato allí hasta que la misma Lara me invitó a salir. Cuando miré, estaba hablando con dos chicos que al parecer, eran más grandes que ella. Uno era grandote, tenía el cuerpo muy trabajado y tatuado, el otro parecía más común. Lara se hizo pasar por mi tía y les seguía la corriente muy simpáticamente. Me sumé a la charla y mientras nos contaban cosas de su vida, Lara no dejaba de meter comentarios aislados pero claros, acerca de lo puta que era su sobrina. Yo no lo podía creer. A la vez que aclaraba que era virgen, hacía referencias de lo mucho "que le gustaba la poronga a la pendeja", como ella decía. En ese momento no entendía esa contradicción, porque sólo podía pensar en que siempre me cuidé mucho del famoso "qué dirán", me vestí bastante serio, me emborraché muy pocas veces y había estado con 2 chicos de los cuales uno era mi novio. Les dijo que yo tenía la loca idea de llegar virgen al matrimonio pero que aunque por ahora lo mantenía, ella no creía eso posible, y que una prueba de ello era que no había podido mantenerme alejada de tener sexo con cualquiera. Escucharla a ella hablando de mí como si fuera una putita a la que no le gustara más que la pija, me generaba repulsión. Pero sorprendentemente también, no podía negarlo, mucha excitación.
Los chicos, demás está decirlo, no lo podían creer, aunque por el momento, no decían mucho sobre el tema. Lara los invitó a la cabaña en un momento de la charla, y yo la miraba como para que me aclare qué estaba maquinando. Ella, a propósito, ni me miraba, como si no necesitara mi opinión para tomar decisiones sobre mí y sobre mi cuerpo. Mientras íbamos caminando, dejó que ellos se adelantasen, mientras hablaban en un tono bajo entre ellos, para aprovechar y que nosotras hagamos lo mismo. Se me acercó y me dijo "Cuál de los dos te gusta más". Le pregunté en qué estaba pensando, le exigí que me diga qué pretendía, a lo cual sólo me dijo "Elegís vos o elijo yo", sonriendo maliciosamente. "El de la izquierda, el de los tatuajes, el que tiene mejor cuerpo le dije yo", bajando la mirada, resignándome, pero sin negarme a nada tampoco. "Ok, pero ni se te ocurra pasarle tu número ni nada, y si te lo pide, te hacés la tímida y listo".
Estuvimos un rato tomando unas cervezas dentro de la cabaña, y en todo ese tiempo yo ni atiné a vestirme diferente ni cubrirme con nada; sabía que Lara no me lo permitiría. Era parte de su juego. En esta situación, mucho más íntima y más liberada por el alcohol, empezaron a hacer más comentarios sobre mí, sobre mi cuerpo, y sobre mi malla. Yo sólo me reía y asentía, preferí dejar que Lara lleve la cosa adelante.
Acordamos volver a vernos a la noche, para comer algo y seguir tomando algunas cervezas más. Los chicos iban a bañarse a su cabaña y volverían más tarde, por lo que aproveché para decirle lo que venía acumulando de todo el día a Lara. Ella me frenó una vez más y me dijo: "No le demos más vueltas, lo re calentás al grandote, sabelo. Está todo arreglado, esta noche, te va a coger, y te va a gustar mucho". Me quedé en silencio sin saber qué decir. Por un lado me parecía inimaginable dejar que un tipo que recién conocía me cogiera así no más. No sabía ni el apellido, ni si tenía hermanos o novia, ni la fecha de nacimiento siquiera, y me tenía que dejar meter su pija. Pero por otro lado pensé que estaría bueno dejar que este día fuera sólo para mí. Nunca nadie tenía por qué enterarse de lo que allí pasase y podía darme gustos que normalmente ni siquiera se me ocurriría darme. Decidí dejar que las cosas marchen solas. O mejor dicho, dirigidas por Lara.
Esta vez Lara me dejó vestirme más normal. Me hizo poner una pollerita de tela con una tanguita muy chiquita que se traslucía toda, y una remerita finita, también blanca, sin corpiño debajo. Me sentía nuevamente muy caliente y porqué no, también muy calientapija. A los chicos, por cómo me miraban y por los comentarios que hacían, cada vez más zafados, pareció que también le gustó mucho. Luego de comer y reírnos mucho, Lara le dijo al muchacho que no era tan grandote, que quería ir a buscar más cerveza a la cabaña de ellos, ya que él había dicho que allí tenían más. Se decidió en un segundo y desaparecieron de nuestra cabaña, dejándome sola con el grandote musculoso. Supe que había llegado el momento.
Se me acercó muy seguro de sí mismo, como si supiera cosas que ni yo misma sabía, y me dijo "Por fin se fueron, no veía la hora de cogerte, nena". Yo, completamente sorprendida sólo alcancé a dudar y tartamudear un poco. Él siguió "Tranquila, que Lara ya me dijo que no te van las vueltas, y que aunque seas virgen, te gusta mucho coger por la cola. Por mí todo bien. Vamos?", dijo mientras me miraba todo el cuerpo y me acariciaba suavemente las tetas. Y tomé la última decisión que me quedaba. "Vamos", le dije, tomándole de las manos. Fuimos al dormitorio de la cabaña y me descontrolé por primera vez en mi vida. Me sacó la poca ropa que tenía puesta muy rápido y se tomó dos segundos para mirar mi cuerpo. "Que buena que estás pendeja", me dijo, y mi excitación aumentó más todavía. Mandé mis manos a su pantalón, se lo desabroché, y se lo bajé, de manera que quedé con la cara justo delante de su pija, que ya estaba casi completamente parada. No aguanté más ni me frené para nada. La agarré y me la puse en la boca.
Se la chupé entera, de punta a punta, muy despacio, y levantando la vista a cada rato, mirándolo a los ojos con cara de nena golosa, para que se caliente más todavía. Nunca en mi vida le había chupado la pija así a nadie. Con el primer chico ni siquiera lo había hecho, y con mi novio, con el que salí poco más de un año, sólo lo hice algunas veces, pero rápido, mal y con asco. No lo disfrutaba ninguno de los dos creo yo. Pero esta vez, el sólo imaginarme la forma en que él me veía, como una putita desesperada por la pija, eso sólo, ya de por sí, me calentaba muchísimo.
A partir de ahí, podría decirse que me aproveché del cuerpo que tenía, y de lo mucho que me calentaba para lamerlo, acariciarlo, y chuparlo entero. Él tampoco se quedó atrás, y me empezó a la lamer y tocar por todos lados, tomándose un buen rato para ello. Hasta que me recostó boca arriba y me empezó a lamer la concha como nunca me lo habían hecho. Sólo pude tomarle la cabeza y dejarme llevar por ese viaje alucinante de placer, que me hizo llegar al orgasmo en menos de dos minutos.
Me dejó descansar unos segundos y me dio vuelta como si no pesara nada, poniéndome boca abajo, pero con una almohada debajo del estómago. Me separó las piernas y volvió a acercar su boca a mi sexo. No me terminaba de recuperar del primer orgasmo, que ya retomaba todo para empezar a sentir el segundo. Esta vez no sólo se detuvo a lamer ahí, sino que subió un poco para empezar a pasarme la lengua por el ano. Lo lamía como si le resultara increíblemente placentero, y a mí, me estaba volviendo loca. Completamente excitada y entregada, me dejaba hacer lo que él quisiera. Empezó a meter la lengua dentro de la cola, cada vez más profundo, lo que me ponía peor. En un momento empezó a acariciarme con los dedos hasta que el primero de ellos entró. De ahí al segundo, fue un paso. Con la otra mano me acariciaba el clítoris y pero sin meterme los dedos, tal vez creyendo la mentirita que pretendía llegar virgen al matrimonio.
Cuando estuvo seguro de que estaría todo listo, se mojó con mucha saliva la cabeza de la pija, se recostó arriba mío, la apoyó en mi cola (que ya estaba completamente mojada, llena de saliva), y empezó suavemente a empujar. En las dos veces anteriores que había mantenido sexo anal, no me había gustado demasiado, y la primera de esas veces, me había dolido más que el placer que había sentido, pero esta vez, sentía que me explotaba todo por dentro; pero no de dolor sino de placer. Un placer inimaginable. Entró entera sin muchos problemas, ya que me había dilatado bastante bien la cola, y empezó a meter y sacar, primero despacio, luego aumentando de a poquito la velocidad. Cuando estaba acelerándose bastante, y cuando yo estaba cada vez más caliente, hizo algo increíblemente placentero. Mandó una mano entre mi cuerpo y la almohada y apoyó sus dedos en mi clítoris. Empezó a acariciarlo despacito, suave, acompañando el ritmo de la cogida, lo que me calentaba cada vez más y más. En cuestión de algunos minutos, me hizo tener el segundo orgasmo, a los gritos, sin que me importe nada, ya no pude reprimirme más. Los gritos de placer se deben haber escuchado hasta la cabaña de ellos.
Me siguió cogiendo por la cola un rato más, despacio, mientras yo me recuperaba y en ese momento pensé "Ya estoy más que jugada, me voy a dar todos los gustos". Levanté un poco la cabeza y le dije, "Me quiero tragar toda tu leche, me la das?". Él resopló de la excitación, imagino yo que él no podía creer lo que le estaba pasando, que una pendeja de dieciséis años le entregue la cola sin conocerlo y le pida que le acabe en la boca, que quiere toda la leche. Yo, de sólo ponerme en su lugar, sentía cerca el tercer orgasmo. Me la sacó de la cola y me levantó, para arrodillarme delante de él, que se paró al lado de la cama. Así, arrodillada, me abrí de piernas y empecé a tocarme mientras él se masturbaba delante de mí, con la pija a dos centímetros de mis labios. En los movimientos que me venían de masturbarme yo misma, los labios y mi lengua tocaban a cada rato la cabeza mojada de su pija, recién sacada de mi cola, aunque a esa altura no sólo no me molestaba ni me daba asco, sino que incluso me excitaba. Y mucho.
Lo fui escuchando para saber cuándo estaba por llegar y eyacular, mientras yo me seguía tocando, manteniéndome a dos segundos del orgasmo. En un momento levantó la cabeza, miró hacia arriba, cambió el gesto de la cara, y empezó a gemir más fuerte que de costumbre. Supe que había llegado el momento y me toqué más fuerte y más rápido. Y llegó, él, el momento, la leche, mi orgasmo, todo. Fue increíble empezar a sentir la leche en mis labios, dentro de mi boca, en la cara, y mientras con una mano me tocaba, con la otra me desparramaba la leche por todos lados y me llevaba lo que me quedaba en los dedos a la boca, para lamerme a mí misma.
En segundos llegué yo también, temblando, gimiendo, agarrándome de su pija para no caerme, y logrando que él diga "No puedo creerlo..". Nos recostamos en la cama, nos abrazamos un ratito, nos reímos un poco, tal vez recordando lo bien que la pasamos los dos, hasta que él dijo, "Deben estar por llegar, nos vestimos?". Le dije que sí, fui al baño y cuando volvieron Lara y el amigo del grandote, ya estábamos tomando una cerveza, completamente relajados.
Entraron, nos guiñamos un ojo con Lara, y seguimos charlando un poco más. Luego ellos se fueron a su cabaña y a la mañana, sin despedirnos, nos fuimos del camping. No nos pasamos números de celular, msn, ni Facebook, otra de las consignas de Lara, por lo que sólo quedó el recuerdo de una noche extremadamente placentera. De más está decir que no tuve forma de discutirle a la Lara lo que ella me decía. Todo pareció demostrar que los tipos, definitivamente, se calientan conmigo.
Como decía, mirando para atrás, creo que es justo ese día el que hizo que empiece a manejarme de una forma completamente distinta de la que venía sosteniendo. Y la verdad, es que le doy las gracias a Lara por eso. Si no fuera por ella, mi vida sería todavía muy bastante común y aburrida..

Escrito por ale69666

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