La encerrona de Daniela

Daniela me citó para echarle un polvo y fue su madre la que me folló a mí, compinchada con su hija.

Cuando llegue a casa de Daniela, me recibió una sorprendente y voluptuosa mujer de unos cincuenta años, muy bien vestida, con traje gris y camisa blanca que dejaba ver su generoso escote. Tenía una bonita melena castaña y era realmente guapa.
Me invitó a pasar y esperar a que llegase su hija Daniela tomando un refresco. Me senté en el sofá y cuando ella se dirigía hacia la cocina para servirme el refresco, no pude evitar la tentación de fijarme en su enorme y redondo. Dios mío, era increíble lo que me estaba sucediendo, pues había venido a ver a una buena amiga y me recibió su madre que estaba aún mejor que ella y que además, me había invitado a entrar en su casa con intención de “hablar” conmigo.
Ensimismado por mis pensamientos, escuché como la señora se dirigía hacia mí.
-Mi hija Daniela tardará un par de horas en llegar, espero que no te importe compartir un rato conmigo mientras le esperas ¿verdad?
-Bueno, tengo un poco de prisa; pero en tan agradable compañía esperaré. Antes olvidé presentarme, me llamo Ricardo.
-Yo soy Jimena y te agradecería que no me trates de usted, pues no soy tan mayor ni creo aparentarlo.
-Cierto, estás muy guapa.
Aprovechando la presentación nos dimos un par de besos en la mejilla y comenzamos a entablar una fluida conversación. Me comentó que había sido una casualidad que estuviese en casa, dado que normalmente estaba trabajando hasta altas horas de la noche, por lo que no tenía buena relación con su hija, que se había criado muy sola, sin un padre y una madre que le prestasen un poco de atención. Jimena tenía un profundo sentimiento de culpabilidad por no haber aprovechado mejor el tiempo con su hija, y ahora que se había separado de su marido, se sentía muy sola, sin nadie con quien conversar de vez en cuando. Daniela no le había el más mínimo caso a su madre y ella se refugiaba en el trabajo sin tener demasiadas expectativas de futuro en su vida personal. Tal alarde de sinceridad por parte de Jimena y sorprendió pero me agradó muchísimo, ya que le debí dar buena confianza para hacerme tantas y tan importantes confidencias en poco rato. Cuando terminó de hablar, Jimena me abrazó con fuerza durante un rato, diciéndome:
-No puedo más, no puedo más… mi vida se ha convertido en un infierno.
Estaba llorando y sus lágrimas desfiguraban su bonita cara. Por mi parte, secándole las lágrimas, le miré fijamente y le dije:
-Por favor, Jimena, eres una mujer espectacular, con una posición profesional y económica envidiable, con una hija maravillosa a la que podrás reconquistar… No se puede pedir mucho más ¿no? Creo que un día no muy lejano brillará el sol para ti y podrás rehacer tu vida como mereces.
Después un silencio sepulcral invadió el salón y Jimena me besó en la boca, a lo que yo respondí con otro beso, enzarzándonos en un apasionado beso, al que acompañarían multitud de caricias por todo el cuerpo.
Estaba muy caliente y no tuve ningún reparo en los riesgos evidentes a los que me exponía en esta excitante situación, por lo que continué besando su cuello, mordiendo el lóbulo de su oreja y posando unas de mis manos sobre su muslo. Jimena respondía con la misma pasión y desenfreno, y poco a poco iba metiendo su mano en mi paquete, por entonces, ya a punto de estallar. De repente, Jimena se levantó y me dijo:
-Ven, vamos a mi dormitorio, no quiero que mi hija llegue y nos pille in fraganti follando en el salón como yo la vi el otro día.
-Expiaste a tu hija…¡qué fuerte, Dios mío!
-No la expié, guapo, la pillé con las piernas abiertas y gimiendo como una perra mientras la taladraba un negro muy fortachón, que es distinto.
Mientras subíamos la escaleras, no íbamos haciendo todo tipo caricias y arrumacos, desnudándonos. La ropa interior de Jimena me excitó más aún, sus medias negras acompañadas de ligueros, un tanguita de encaje negro y sujetador a juego, jamás había visto a una mujer tan bella. Cuando se quitó el sujetador, comencé a lamerle sus pezones, que me apuntaban como dos reflectores de guerra. Para su edad tenía los pechos duros y firmes y en ese escenario, no pude si no mamárselos con ansia y con sed; a la vez que Jimena se sofocaba y gemía cada vez más fuerte, rogándome que no parase por nada del mundo. Ya en el segundo piso, antes de entrar en la habitación, dirigí la mano había su coño que rezumaba gran cantidad de flujos y empapaba el tanguita de encaje. De pronto, Jimena, sin parar de gemir, se dirige hacia mí con un lenguaje soez y me dice:
-Mira cabrón, me tienes cachonda perdía; como no me folles pronto me va a dar algo.
-Te voy a follar como nunca antes te lo habían hecho, pero antes te voy a comer el coño como Dios manda. No puedo dejar escapar una oportunidad así.
-No comprendes que nos puede pillar mi hija.
-Que se joda tu hija, mientras yo jodo a su madre. Después de lo que me contaste de lo del polvo que le echo el negro, me da morbo que nos pille esa puta.
-Vamos cariño, fóllame ya, hoy tu puta seré yo.
Entramos en la habitación, Jimena se tumbo en la cama y yo aproveche para quitarle el tanga y llevarlo a la nariz. El olor a hembra me embriagaba y decidí no hacerla esperar más, abriéndole los labios vaginales y chupándole sin parar su clítoris, mientras ella chillaba, se retorcía, gemía de placer, hasta que varios espasmos y un abundante chorro de fluidos delataban su primer orgasmo.

Temblando aún, gritó:
-¡¡¡¡Díos!!!!, hacia siglos que no me corría así. Ahora te comeré la polla como mereces.
Sin pensarlo, Jimena se llevó mi polla a su boca, introduciéndosela hasta la misma campanilla, y después de practicar varias veces una buena garganta profunda exclamó:
-¡Y creía que la polla del negro que se folló a Daniela era grande! Esto si que es una buena polla, Daniela no sabe lo que se pierde.
A lo que yo repuse con sorna mientras ella continuaba chupándome la polla y los cojones:
-O si. Lo sabe perfectamente, de hecho esta tarde habíamos quedado para echar un polvo, aunque la experiencia que estoy viendo ahora contigo no la cambio por nada del mundo.
-Gracias semental, ya veo que también te has tirado también a mi hija que, por lo visto últimamente, es bastante guarra y puta. Se ve que le gustan los cipotones.
Mientras Jimena me comía la polla y los huevos, se frotaba frenéticamente su clítoris, tanto que aquella dantesca visión elevó nuestra excitación a la máxima potencia y acabé volteando a Jimena bruscamente e introduciéndole fuertemente mi enhiesta polla hasta el fondo de su anegado coño. Ella lanzó un grito desgarrador de dolor y placer, lo que me incitó a envestirla con contundencia una y otra vez, a lo que respondía aferrándome con sus piernas a su cuerpo y presionando mi polla con los músculos de su vagina, como si quisiera mantener el miembro dentro de está para siempre.
El incesante bombeo me hacía perder la razón, alcanzaba ya un estado de éxtasis perpetuo y sudaba a borbotones. Jimena no paraba de gemir, chillar, llorar…pero quería más, y yo tenía que satisfacer a aquella voluptuosa mujer que me rogaba:
-Sigue, sigue, más, no pares, más fuerte hijo mío, no pares, fóllame, fóllame…Cabrón, destrózame con esa vara que tienes por polla… Oh Díos, oh Díos, oh Díos!!!!!! Reviéntame, me voy a correr como una puta golfa, estoy a punto….
Aquel torrente de obscenidades, me hizo persistir en mi empeño de que Jimena no olvidase el día de hoy y, en verdad, aguanté como un cabrón no correrme, pues lo cojones me iban a estallar. Jimena seguía gimiendo y llorando; y de nuevo los fuertes espasmos que sufría delataron que se estaba corriendo como una auténtica golfa, pero yo no la saqué la polla hasta que ella, ya fuera de sí, con la cara desencajada y los ojos fuera de sus órbitas, me suplicó colocarse encima y cabalgarme.
Y así fue, como quede sometido al antojo y voluntad de aquella ninfómana que, a pesar de haberse corrido frenéticamente dos veces, parecía no cansarme y me cabalgaba rítmicamente como nunca antes me lo habían hecho. Aquella hembra sudorosa, de pechos grandes y duros, botaba sobre mi miembro sin cesar, haciendo florecer sus más primitivos y ocultos instintos, y no hacía si no correrse una y otra vez, sin parar de gemir, de temblar…
Mi polla no aguantaba más, el placer, el dolor, la extenuación… invadían todo y cada uno de los rincones de mi cuerpo. En esto que giro la cabeza y veo a Daniela observándonos con pasmosa excitación, masturbándose sin parar ante la visión de ver a su madre follando como una puta a unos de sus mejores amigos. Jimena seguía a lo suyo; cuando de pronto, todos los músculos de mi cuerpo se tensaron y con un enorme gritó dije:
-¡Dios mío! Me corro, me corrooooo
Quede extasiado, sin fuerza alguna. Jimena se levantó con el coño chorreando de semen y de sus propios fluidos y Daniela, que debía llevar un buen rato observándonos, nos aplaudió y dijo celosamente a su madre:
-Guau, mamá, ya veo como te lo montas con las visitas, al mínimo descuido, aprovechas para follarme a mis amigos.
-No hija, no te enfades, no es lo que parece. Es que yo…
-Nada, nada, mamá, me alegró de que te hayas follado a Ricardo, aunque te advierto que lo tendremos que compartir. Por cierto, con tanto jadeo no has escuchado el teléfono, llamó tu secretaria. Estará aquí en dos horas para recogerte y llevarte al aeropuerto; por Ricardo no te preocupes, ya me ocupo yo de él.
-Daniela, Jimena, lo siento, me tengo que ir, me están esperando.
-Tú de aquí no te vas hasta que nosotras lo digamos. Hija ven, quiero enseñarle a Ricardo como le comes el coño a tu madre.
-Vale mamá, además lo sabores me son familiares.
Daniela abrió el coño de su madre y comenzó a succionar y extraer del él, como si de un preciado néctar se tratase, todo el semen y los jugos, mientras su madre intentaba expulsar de su interior toda la corrida para que su hija se deleitase como ella. Sin embargo, la pasional escena no acabó allí, pues la puta Daniela una vez que tenía la boca llena de semen, simuló que se lo había tragado, pero cuando se acercó hacia mí, que permanecía postrado en la cama viendo el espectáculo, al besarme lo vació en mi boca, lo cual me dio una mezcla de repugnancia y de morbo. Entonces, Jimena preguntó:
-¿Te ha gustado el trance Ricardo? La próxima vez lo tendrás que repetir con las dos juntas.
-Me ha gustado mucho, pero sois dos putas de cuidado, por lo que veo nada ha sido casual y me habéis utilizado.
-Llevas razón, pero esta experiencia no la podrás vivir ni con la mojigata de tu novia, ni con tu hermana, ni con todas las putas a las que te has follando, y si no, ¿cuántas veces habías probado tu propio semen de la boca de un mujer a la que no te has follado?
-Sois unas verdaderas guarras, pero he de reconocer que me has gustado como me utilizáis.

Por zorro del desierto

No hay comentarios:

Publicar un comentario